Cuando, recién terminada la carrera, me preguntaron si quería trabajar en una academia impartiendo clases de una asignatura que había estudiado en tercero de la licenciatura y superado con un resultado mediocre, no me lo pensé y dije que sí. Al comentárselo a mis amigos algunos exclamaron: "qué valor tienes! Madre mía, yo no podría hacerlo..."
A día de hoy, esos mismos que no se veían capaces de impartir clases a nivel universitario, son algunos de los que me preguntan si no hará falta alguien en la academia para dar lo que sea, LO QUE SEA!
Y es que la necesidad y la desesperación, derivada de las circunstancias en las que nos encontramos, hacen que aflore en nosotros algo muy importante e imprescindible para nuestro avance: la iniciativa y el empeño.
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