Pasar por la esquina del edificio Reina Victoria en estas fechas me remueve...
Hay cosas que piensas que nunca te sucederían a ti, que solo ocurren en las películas. Sin embargo, a veces pasan, a veces tiene lugar algo tan especial como lo que viste en aquella película, que te dejó con esa sensación de "ojalá me pasara a mi algo así". Lo que ocurre es que cuando lo ves en la gran pantalla es como cuando sueñas las cosas, lo vives más intensamente. Por eso cuando te sucede a ti, no parece todo tan de cuento.
Pasan los meses y aún lo recuerdo... y en aquel momento no me parecía nada especial. Pero si lo analizas, es de esas cosas que no te pasan todos los días.
Hace 4 años, por estas fechas fue la última vez que lo vi, sin yo saber que no volvería a cruzarme con él. De haberlo sabido, no hubiese dejado que así fuera... o sí. Yo estaba con alguien, por lo que guardaba las distancias. Él lo sabía, por lo que también las guardaba.
Pero eso no quita que desde el primer día que lo vi sentado junto a la pila de periódicos que esperaba ser repartida por estas manos que ahora cuentan esta historia, sintiera algo dentro de mí que no lograba entender. Y no lograba entenderlo porque cuando yo siento algo por otra persona no siento por nadie más... aunque claro, quizá debería tener en cuenta que no estaba bien con mi pareja desde hacía tiempo.
Puede que alguien piense: "claro, no estabas bien, por eso te fijaste en el primer chico guapo que se cruzó en tu camino". Eso no sirve conmigo, pues yo trataba a diario con chicos en la universidad, en la escuela de idiomas, en la academia... y conocía a chicos que me parecían guapos bastante a menudo, pero no me dolía el estómago al verlos.
Eran las 8:15 de la mañana, y llevaba el uniforme que la empresa de periódicos gratuitos me había otorgado con tan buen criterio: un polo amarillo que era dos o tres tallas más que la mía. Le dí los buenos días, sin saber muy bien que hacía un chico vestido con un jersey, unos vaqueros y unas zapatillas, sentado en el bordillo del puente de los peligros junto a los periódicos que yo tenía que repartir, y me dispuse a comenzar a "trabajar".
Me miró varias veces antes de decidirse a entablar conversación y pasados escasos minutos comenzó a hablar conmigo. Me informó de por qué estaba allí y de que los sucesivos días seguiría apareciendo sin saber hasta cuando. Trabajaba en obras públicas como palista y tenían que levantar toda aquella zona desde el puente de los peligros hasta la pasarela del malecón.
Ese día hablamos varias veces, a intervalos, cuando no tenía que estar subido en la pala. Y cada día lo mismo. Hablamos de muchísimas cosas... sentía una complicidad con aquel chico que no había sentido nunca con nadie. Desde el primer día fue como si lo conociera de toda la vida, me inspiraba confianza, era yo, era el yo alegre que hacía tiempo no se dejaba ver.
Hablamos de nuestros hobbies, de nuestra familia, de los sitios de veraneo, de lo que solíamos hacer los fines de semana, de como me iba en la universidad, de como nos veíamos en el futuro, de las ganas que tenía de encontrar una chica como yo y de lo difícil que era... esto último no me ayudaba a salir de mi confusión. Yo insistía en que había muchas más chicas normales de lo que a él le parecía y le decía que le presentaría a alguna amiga mía, que todas eran de mi estilo, pero no le convencía... y eso me agradaba, pero aún más me confundía.
Pasaban los días y cada vez iba con más ilusión a repartir los "benditos" periódicos... fueron dos meses en los que, de lunes a jueves, me pasaba más de una hora hablando con alguien de quien no sabía el nombre ni la edad, pero sabía a qué se dedicaba, qué deportes practicaba, dónde pasaba los veranos, qué coche tenía en ese momento y cuál había tenido antes, los hermanos que tenía, la edad de sus hermanos, de qué parte de Murcia era, que era más de peli y palomitas que de discotecas, que le gustaba viajar... y hasta almorcé con su padre! Que nadie se líe, trabajaba con él en la obra y me invitaron a ir con ellos a tomar un pastel de carne al Barba.
Y todo ese tiempo sin saber nuestros nombres y sin que se nos ocurriera preguntárnoslos. Era como si nos diera igual porque sabíamos que al día siguiente estaríamos en el mismo sitio y a la misma hora y no nos hacía falta nada más. Me gustaba, él tenía que notarlo, igual que yo notaba cuánto le gustaba a él. Pero lo cierto es que yo no estaba disponible y procuraba remarcarlo lo suficiente para que no pensara que podía tirarse a la piscina pero no tanto como para que se alejara.
Yo trabajaba de lunes a jueves, y la obra acabó un viernes... Creo que nunca me ha cambiado tanto la cara como aquel lunes al llegar a mi "cita" y no encontrar ninguna pala, camión, trabajador ni resto de escombro desde el puente hasta la pasarela. Pasó la mañana y nada. Pasó la semana y nada. Era mi última semana de trabajo y había decidido que no podía despedirme de él sin decirle mi nombre. Pero lo decidí tarde... qué maldita casualidad! pensé. Cada mañana de esa última semana iba con la esperanza de que pudiera escaparse de su nueva obra y se pasara a saludarme... por favor! pasa! no voy a estar más y tú no lo sabes! si vienes la semana próxima ya no estaré! Esa semana no se pasó... que ingenua fui al pensar que un chico guapo y agradable iba a jugársela en su trabajo para ir a saludar a una chica que tenía novio y que se lo recordaba casi a diario.
Y Murcia es pequeña pero cuando quieres cruzarte con alguien no hay manera de conseguirlo! No le he vuelto a ver en 4 años y me he movido por la zona donde vive, por donde está su empresa, por donde decía que salía... y nada. Creo que ya no recuerdo ni su cara, pero sigo recordando la sensación que tenía cuando estaba a su lado. Lo más probable es que si me lo cruzara ahora no sintiera nada de lo que sentí en su día, pero me jode tener que quedarme con la duda.
Has conseguido transmitir y así poder compartir ese sentimiento de una manera muy próxima seguramente a como será en verdad.
ResponderEliminarMe gusta.
Bueno, es más un sentimiento pasado, pero me alegro de que te guste :)
ResponderEliminar